El Romancero, en homenaje a Diego Catalán

España es tierra de precursores
que se anticipan para luego 
quedar olvidados…
Ramón Menénedez Pidal (1869 – 1968)
Todos recordamos las aburridas clases de literatura española que, año tras año, comenzaban explicando los cantares de gesta, el romancero y, enseguida, el siglo de oro, al que dedicábamos meses poco más que memorizando obras y autores. Al final del curso, pasábamos de puntillas por los escritores de los siglos XIX y XX, que no solían entrar en el examen porque se veían durante la última semana de clase, deprisa y corriendo.
En este contexto, el romancero se nos presentaba como algo arcaico, pre-literario, que, afortunadamente, dejó de tener interés tras la introducción de la imprenta y la fijación del texto en caracteres en negro sobre blanco, para disfrute solamente de eruditos y estudiosos… Nada más lejos de la realidad.
Una lástima no haber tenido la oportunidad de conocer en el bachillerato que, desde principios del siglo XX, Ramón Menéndez Pidal y su esposa María Goyri, habían hecho grandes descubrimientos sobre tradición oral en las lenguas romances ibéricas: español, portugués, gallego, catalán y sefardí. Además, habían iniciado una escuela de filólogos que desarrollaron y ampliaron sus ideas e hicieron que el siglo XX viera la publicación de muchos estudios sobre el romancero, su tradicionalidad y permanente actualidad.
Una de las grandes figuras en este campo es Diego Catalán (1928 – 2008), nieto y heredero de la labor de Ramón Menéndez Pidal, cuya originalidad y espíritu independiente le hicieron adelantarse a su tiempo y, por eso mismo, convertirse en infatigable luchador contra la sinrazón y la injusticia. Condenado al ostracismo por la cultura oficial a lo largo de toda su vida, Diego Catalán merece un lugar destacado al lado de los grandes filólogos e hispanistas de todos los tiempos. Infatigable trabajador, la extensión de su obra y su calidad puede empezar a disfrutarse online en las páginas web, que él mismo creó, de Historia del Olivar de Chamartín y El Romancero de la Cuesta del Zarzal. La lectura de su Arte poética del romancero oral (Parte I) y (Parte II) explica la tradición oral y la pervivencia del romancero. Muchas gracias a ‘Amigos del Olivar de Chamartín’ por continuar la publicación de su blog
Recomiendo muy encarecidamente escuchar online el ciclo de conferencias de Diego Catalán, ‘El Romancero, hoy’ en la Fundación March, Madrid 1981, que luego incluiría en la Parte II de su libro Arte poética del romancero oral. Su primera conferencia, titulada Hallazgo de una poesía marginada, del 12 de mayo de 1981, incluye el audio de un romance cantado. Precisamente, la función de los cantores de romances, es decir, la idea del romancero cantado, es clave para entender la variabilidad creativa y la conservación de la herencia tradicional oral: no se trata de reliquias del pasado, sino de creaciones vivas, permanentemente abiertas a la actualización, gracias al genio popular.
Diego Catalán fue también un gran defensor de los derechos fundamentales en Internet. Intuyo que incluso establece un cierto paralelismo entre tradición oral e Internet. Ambos mundos comparten un mismo paradigma basado en el concepto de apertura. La tradición oral se caracteriza por la apertura de significado y significante. Internet añade, además, la universalidad a través de los motores de búsqueda: una vez en la nube de Internet, los contenidos están disponibles globalmente y nadie puede ser condenado al ostracismo. Quizás la cultura oficial pueda seguir ignorando algunos contenidos, pero no la cultura popular. No es este el lugar para desarrollar más estas ideas, así que lo dejaré para otro post.
Los trabajos de Ramón Menéndez Pidal y María Goyri, a partir de 1900, ganaron un impulso fundamental al descubrir, en su recorrido por la ruta cidiana durante su viaje de novios, que los romances seguían estando vivos en la tradición oral de la cultura popular en Castilla. En 1979, algo similar le ocurrió a Maximiano Trapote en La Gomera al descubrir que, en esta isla canaria, los romances seguían vivos en los cantos de las fiestas populares y romerías. Tanto es así que, para Trapote, la isla de La Gomera es la reserva natural del romancero. Buena parte de sus trabajos están disponibles online en el Archivo de literatura oral de Canarias. Puede verse el video de Trapote durante su discurso en el día de Canarias de 2002, titulado: el Romancero de La Gomera.
De forma similar, la Fundación Joaquín Díaz lleva desde hace décadas trabajando en la conservación y estudio de la cultura popular. Desde su sede en Urueña (Valladolid) continúa una labor incansable, cuyos frutos pueden verse online en su página web y en sus fondos en Cervantes Virtual. La labor de Joaquín Díaz difundiendo y conservando las tradiciones castellanas es extraordinaria. En YouTube pueden escucharse muchos romances cantados por este gran folclorista. He aquí un ejemplo de su extenso repertorio, Bernal Francés:

A nivel mundial, existen también muchas iniciativas de estudio del romancero español. Por citar un par de ejemplos, puede verse el Pan Hispanic Ballad project (English/Spanish) alojado en la Universidad de Washington y la web Journal of oral tradition.
La labor de Diego Catalán quizás haya quedado temporalmente interrumpida, pero estoy convencido que hay muchas manos dispuestas a continuar su labor científica, desde sus mismos valores éticos y de compromiso con la ciencia. 
A continuación, insertamos dos versiones de dos romances. El primero fue muy popular durante el siglo XVI y todavía se canta en algunos lugares: 
    Romance de la muerte del Príncipe Don Juan
       Tristes nuevas, tristes nuevas
    que se cuentan por España:
    que ese príncipe don Juan
    está malo en Salamanca, 
    que cayó de su caballo 
    a las puertas de su amada
    por cortar un ramo verde
    y ponerlo a su ventana.
    Siete doctores lo cuidan
    de los mejores de España;
    miran unos para otros,
    dicen que su mal no es nada.
    Sólo falta por venir                                   
    aquel doctor De la Parra
    Estando en estas razones
    cuando a la puerta llegaba
    cabalgando en mula prieta,
    collar de oro en la garganta.
    Hincó la rodilla en tierra
    y la lengua le mirara;
    trae solimán en el dedo
    y en la lengua se lo planta.
    Luego que le toma el pulso
    de esta manera le habla:
    – Confiésese Vuestra Alteza,
    mande ordenar bien su alma.
    Tres horas tenéis de vida,
    la una ya va pasada.
    Estas palabras diciendo
    el Rey su padre llegaba:
    – ¿Cómo te va, hijo mío,
    regalo de la mi alma?
    – Bien me va, mi padre, bien,
    porque Dios así lo manda;                                                    
    no lo siento por mi muerte
    que de morir nadie escapa.
    Pésame de mi esposita,
    es niña y queda preñada.
    Si la infanta pare niña,                                        
    reina es de Salamanca;
    si la infanta pare niño,
    rey será de toda España.
    Si se quiere ir a su tierra,
    enviármela acompañada,
    que no digan sus parientes
    que quedó desamparada;
    de las arras que le di
    por Dios no le quitéis nada,                                          
    si no es el anillo de oro
    que le di de enamorada,
    ése mando que lo den
    a mi hermana doña Juana.
    – ¡Arredraos, caballeros,
    que ahí viene la enamorada,
    desmelenado el cabello,
    el rostro bañado en agua!
    – ¿Dónde vienes, la mi luna?,
    ¿dónde vienes, la mi alma?
    – Vengo de San Salvador
    de oír la misa del alba,
    de pedir a Dios del cielo
    te levante de esa cama.
    – Sí me levantaré, sí,                                                        
    el lunes por la mañana,
    en un ataúd de pino                                                        
    y una sábana de Holanda;
    me llevarán a la iglesia
    mucha gente en mi compaña;
    tú te quedarás llorando
    muy triste y desconsolada.
    – Amante del alma mía,
    amante mío del alma,
    tomarás esta perita
    en vino blanco mojada
    – Sí la comeré, mi esposa,
    por ser de tu mano dada.
    Juntaron rostro con rostro,
    juntaron cara con cara.
    Llora el uno, llora el otro,
    la cama riegan en agua.
    – ¡Ay de mí, triste viuda,
    viuda recién casada!
    ¡Con seiscientos caballeros
    yo pasé la mar salada,
    ahora la pasaré sola,
    triste y desconsolada!
    El suegro que a punto estaba
    luego acudió a levantarla:                   
    – ¡Arriba, arriba, mi nuera,
    no quedas desamparada!
    Tuvo fortuna la niña:
    no quedó desamparada,
    que él murió a la media noche,
    la niña al riscar el alba.  
Puede verse la disertación de Diego Catalán sobre este romance en el audio de su discurso en la Fundación March, Madrid, 14 de mayo de 1981, bajo el título Apertura de significados en el romancero del siglo XX
El siguiente romance figuraba en todos los textos escolares: el bello y conocido romance del Conde Arnaldos, en versión en español e inglés:
  ¡Quién hubiese tal ventura
sobre las aguas del mar
como hubo el conde Arnaldos
la mañana de San Juan!
Con un falcón en la mano  
la caza iba a cazar;
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar.
Las velas traía de seda,
la jarcia de un cendal;  
marinero que la manda
diciendo viene un cantar,
que la mar facía en calma,
los vientos hace amainar;
los peces que andan nel hondo,
arriba los hace andar;
las aves que van volando,
nel mástil las faz posar.  
Allí habló el conde Arnaldos,
bien oiréis lo que dirá:
«Por Dios te ruego, marinero,
dígasme ora ese cantar.»
Respondióle el marinero,  
tal respuesta le fue a dar:
«Yo no digo esta canción
sino a quien conmigo va.»
Count Arnaldos
Who could have had such a good fortune
on the waters of the sea,
as did Count Arnaldos
on the morning of Saint John’s day!
With a falcon in his hand
he went out hunting,
and saw a galley
aproaching the land;
its sails were made of silk,
and its rigging of pure sendal;
the sailor at his helm,
came singing a song
which calmed the sea,
and made the winds drop,
and made the fish from the deep
swim near the surface,
and the birds flying above
came to perch on the mast.
Then spoke Count Arnaldos,
hear what he had to say:
“For God’s sake, sailor,
tell me your song .”
The sailor replied,
this is what he said:
“I do not tell my song but
to those who would go with me.”
Otras referencias a páginas relacionadas con el romancero:
Por último, dos ediciones clásicas del siglo XIX: el Romancero General de Agustín Durán y la Primavera y Flor de Romances de Wolf, para ser leídos online en archive.org:
 

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