Todos recordamos las aburridas clases de literatura española que, año tras año, comenzaban explicando los cantares de gesta, el romancero y, enseguida, el siglo de oro, al que dedicábamos meses poco más que memorizando obras y autores. Al final del curso, pasábamos de puntillas por los escritores de los siglos XIX y XX, que no solían entrar en el examen porque se veían durante la última semana de clase, deprisa y corriendo.
En este contexto, el romancero se nos presentaba como algo arcaico, pre-literario, que, afortunadamente, dejó de tener interés tras la introducción de la imprenta y la fijación del texto en caracteres en negro sobre blanco, para disfrute solamente de eruditos y estudiosos… Nada más lejos de la realidad.
Una lástima no haber tenido la oportunidad de conocer en el bachillerato que, desde principios del siglo XX, Ramón Menéndez Pidal y su esposa María Goyri, habían hecho grandes descubrimientos sobre tradición oral en las lenguas romances ibéricas: español, portugués, gallego, catalán y sefardí. Además, habían iniciado una escuela de filólogos que desarrollaron y ampliaron sus ideas e hicieron que el siglo XX viera la publicación de muchos estudios sobre el romancero, su tradicionalidad y permanente actualidad.
Una de las grandes figuras en este campo es Diego Catalán (1928 – 2008), nieto y heredero de la labor de Ramón Menéndez Pidal, cuya originalidad y espíritu independiente le hicieron adelantarse a su tiempo y, por eso mismo, convertirse en infatigable luchador contra la sinrazón y la injusticia. Condenado al ostracismo por la cultura oficial a lo largo de toda su vida, Diego Catalán merece un lugar destacado al lado de los grandes filólogos e hispanistas de todos los tiempos. Infatigable trabajador, la extensión de su obra y su calidad puede empezar a disfrutarse online en las páginas web, que él mismo creó, de Historia del Olivar de Chamartín y El Romancero de la Cuesta del Zarzal. La lectura de su Arte poética del romancero oral (Parte I) y (Parte II) explica la tradición oral y la pervivencia del romancero. Muchas gracias a ‘Amigos del Olivar de Chamartín’ por continuar la publicación de su blog.
Recomiendo muy encarecidamente escuchar online el ciclo de conferencias de Diego Catalán, ‘El Romancero, hoy’ en la Fundación March, Madrid 1981, que luego incluiría en la Parte II de su libro Arte poética del romancero oral. Su primera conferencia, titulada Hallazgo de una poesía marginada, del 12 de mayo de 1981, incluye el audio de un romance cantado. Precisamente, la función de los cantores de romances, es decir, la idea del romancero cantado, es clave para entender la variabilidad creativa y la conservación de la herencia tradicional oral: no se trata de reliquias del pasado, sino de creaciones vivas, permanentemente abiertas a la actualización, gracias al genio popular.
Diego Catalán fue también un gran defensor de los derechos fundamentales en Internet. Intuyo que incluso establece un cierto paralelismo entre tradición oral e Internet. Ambos mundos comparten un mismo paradigma basado en el concepto de apertura. La tradición oral se caracteriza por la apertura de significado y significante. Internet añade, además, la universalidad a través de los motores de búsqueda: una vez en la nube de Internet, los contenidos están disponibles globalmente y nadie puede ser condenado al ostracismo. Quizás la cultura oficial pueda seguir ignorando algunos contenidos, pero no la cultura popular. No es este el lugar para desarrollar más estas ideas, así que lo dejaré para otro post.
Los trabajos de Ramón Menéndez Pidal y María Goyri, a partir de 1900, ganaron un impulso fundamental al descubrir, en su recorrido por la ruta cidiana durante su viaje de novios, que los romances seguían estando vivos en la tradición oral de la cultura popular en Castilla. En 1979, algo similar le ocurrió a Maximiano Trapote en La Gomera al descubrir que, en esta isla canaria, los romances seguían vivos en los cantos de las fiestas populares y romerías. Tanto es así que, para Trapote, la isla de La Gomera es la reserva natural del romancero. Buena parte de sus trabajos están disponibles online en el Archivo de literatura oral de Canarias. Puede verse el video de Trapote durante su discurso en el día de Canarias de 2002, titulado: el Romancero de La Gomera.
De forma similar, la Fundación Joaquín Díaz lleva desde hace décadas trabajando en la conservación y estudio de la cultura popular. Desde su sede en Urueña (Valladolid) continúa una labor incansable, cuyos frutos pueden verse online en su página web y en sus fondos en Cervantes Virtual. La labor de Joaquín Díaz difundiendo y conservando las tradiciones castellanas es extraordinaria. En YouTube pueden escucharse muchos romances cantados por este gran folclorista. He aquí un ejemplo de su extenso repertorio, Bernal Francés:
La labor de Diego Catalán quizás haya quedado temporalmente interrumpida, pero estoy convencido que hay muchas manos dispuestas a continuar su labor científica, desde sus mismos valores éticos y de compromiso con la ciencia.
A continuación, insertamos dos versiones de dos romances. El primero fue muy popular durante el siglo XVI y todavía se canta en algunos lugares:
Por último, dos ediciones clásicas del siglo XIX: el Romancero General de Agustín Durán y la Primavera y Flor de Romances de Wolf, para ser leídos online en archive.org: