La extraordinaria obra del Centro de Estudios Históricos (1910), dirigido por Ramón Menéndez Pidal, forma parte de los mejores esfuerzos por el estudio del patrimonio cultural español.
La Junta para la Ampliación de Estudios creó el Centro de Estudios Históricos con el objetivo de impulsar los estudios humanísticos en nuestro país y, desde 1910 a 1919, se consolidó como alternativa en materia de investigación y también de innovación de los sistemas de enseñanza.
En materia de publicaciones, la actividad que se desarrolló en la nueva institución fue muy fecunda, con colecciones emblemáticas como Teatro Antiguo Español, Clásicos Castellanos y la Biblioteca Literaria del Estudiante.
En las páginas preliminares del primer volumen de la colección Teatro Antiguo Español, advierte Menéndez Pidal:
ADVERTENCIA
“El Centro de Estudios Históricos se propone editar, en la medida que le sea posible, obras dramáticas de los siglos XVI y XVII que por un interés de cualquier clase merezcan no permanecer inéditas o ser publicadas de nuevo.
En estos últimos tiempos no faltan en España ediciones de nuestro teatro clásico que, en general. siguen los métodos que implantó la Biblioteca de Autores Españoles. Se atiende, sobre todo, en esas publicaciones a la numerosidad de las obras sacadas a luz, y se descuida manifiestamente la exactitud del texto; júzgase la exactitud como cosa tan de segundo orden, que los trabajos de copia e impresión hasta suelen encomendarse a auxiliares, quienes. a destajo, corrigen y alteran, consciente o inconscientemente, la letra y el sentido del original; de esa suerte la edición queda poco útil para cualquier trabajo científico.
Tal criterio tiene cierta justificación en el propósito de vulgarizar el conocimiento de nuestro antiguo teatro, para lo cual se moderniza desde luego la ortografía y a veces el lenguaje mismo de las obras publicadas. Pero lo lastimoso es que la apetecida vulgarización no se logra, ya que es de todos sabido que, actualmente, y a pesar de esas numerosas ediciones, el público conoce tan sólo un insignificante número de comedlas, sea por el reducidísimo papel que el estudio de nuestros antiguos autores desempeña en la formación de la juventud, sea por la gran distancia que media entre los ideales del drama antiguo español y los modernos, imposible de ser salvada espontáneamente. Nuestro público está de tal modo alejado de las comedias clásicas, que desde hace mucho tiempo se viene juzgando que para la representación es indispensable hacer un arreglo del texto de aquellas comedias más conocidas que aún logran ser llevadas a la escena. Y claro es que respecto a las obras de segundo orden, que fueron ya abandonadas por el público español desde hace siglos, no puede aspirarse a restablecer de pronto una tradición tan hondamente interrumpida, ni confiar que los lectores modernos las reciban como materia literaria actual por el solo hecho de presentárselas con ortografía modernizada. La empresa de dotar a las generaciones modernas de gusto y de capacidad para la lectura de las producciones literarias de los siglos XVI y XVII es empeño harto más complicado, que sólo podrá obtenerse por caminos menos directos y fáciles, ajenos en gran parte al dominio especial de la Filología.
Desde luego debe comprenderse que lo que más contribuirá a divulgar el teatro antiguo entre el público son las ediciones de obras verdaderamente importantes, acompañadas de aquellos estudios que son imprescindibles para guiar al profano en la comprensión de arcaísmos, de idea y de idioma, de los cuales vive nuestro público tan ignorante que por lo general hasta niega su existencia. Y en cuanto a las obras de valor secundario, que merecidamente quedaron inéditas en su tiempo, es un error pretender vulgarizarlas, pues faltándoles en general un valor estético permanente, no interesan más que a la Historia.
Dadas estas condiciones, lo oportuno será no aspirar ilusoriamente a difundir las obras inéditas de nuestra escena entre el público más general, a quien estorba cualquier ortografía extraña, sino publicarlas al círculo más reducido, que está preparado para recibirlas y que es en definitiva el que las ha de buscar y leer.
Según esto, las comedias que editemos saldrán con un texto fijado con el rigor que permitan las fuentes de que se disponga. Mantendremos la grafía de los originales antiguos que sirvan de base a la edición, pues sin este respeto fundamental no puede haber la exactitud necesaria para la crítica del texto. únicamente no se conservará la confusión antigua de la v y la u, y se usará siempre aquélla cuando sea consonante, y ésta cuando vocal. La acentuación y puntuación se pondrán también según el uso moderno.
El texto no llevará al pie de página más que notas de carácter paleográfico. En forma de Notas y observaciones finales figurarán después todas aquellas ilustraciones que el editor haya juzgado necesarias; las observaciones de historia literaria precederán a las notas aclaratorias de voces y frases. En fin, respecto de la métrica, aunque la obra no se crea merecedora de un estudio especial, llevará por lo menos un resumen de la versificación, hecho según un patrón uniforme que facilite cualquier examen comparativo. ”
Los textos publicados en la colección Teatro Antiguo Español fueron nueve:
- Luis Vélez de Guevara: La serrana de la Vera, edición de R. Menéndez Pidal y María Goyri, 1916
- Francisco de Rojas Zorrilla, Cada cual lo que le toca y La viña de Nabot, por Américo Castro, 1917
- Luis Vélez de Guevara: El rey en su imaginación, por J. Gómez Ocerín, 1920
- Lope de Vega: El cuerdo loco, por José F. Montesinos, 1922
- Lope de Vega: La corona merecida, por José F. Montesinos, 1923
- Lope de Vega: El Marqués de las Navas, por José F. Montesinos, 1925
- Lope de Vega: El cordobés valeroso: Pedro Carbonero, por José F. Montesinos, 1929
- Lope de Vega: Barlaan y Josafat, por José F. Montesinos, 1935
- Lope de Vega: Santiago El Verde, por Ruth A. Oppenheimer, 1940
*Nota: los volúmenes 6 a 9 no los he encontrado todavía en Internet, por lo que no aparecen sus enlaces, si bien he incorporado enlaces a otras ediciones en las portadas que figuran a continuación.
Particularmente, incluiría una obra más del propio Centro de Estudios Históricos, editada en 1922:
Estos son los diez volúmenes y sus enlaces para su lectura online: